UNA ACTIVIDAD CON
ADOLESCENTES: COMO PIENSO QUE SERÁ Y COMO SIENTO QUE FUE
ESCRITO EL DÍA PREVIO
A LA ACTIVIDAD
¿Cómo separar mi
visión actual de mis recuerdos de aquellas clases de tutoría hace ya algunos
años? ¿Cómo observar sin recordar sentimientos olvidados? Tan sólo con entrar
en el aula de un instituto la nostalgia te invade: el pasado, el presente y
miles de detalles que te informan de la distancia que los separa.
Suspiras, te sitúas como docente, dispuesto a observar
aquello que va a suceder, pero sin deshacerte del todo de la nostalgia.
Llevan ya un par de horas sentados, en un espacio bastante
reducido, el mismo aula y los mismos compañeros de cada día, en horario
lectivo, pero en esa hora especial que es la tutoría, donde los tutores
permiten ciertas cosas y los alumnos se permiten otras. El ambiente es distendido.
Pero aparecen nuevos actores. A la autoridad del tutor se
suman estos otros. Caras de hastío, intriga (“¿a qué vendrán estos?”) y
sonrisas nerviosas (“mejor esto qué clase de mates”). El ambiente se tensa.
Se les propone el tema a tratar. Algunos ponen cara de
sorpresa, otros de interés, pero la mayoría muestra una absoluta indiferencia.
¡Tienen tantas cosas interesantes en que pensar! ¡Y esto no cuenta para la
nota! ¿Hago el mínimo esfuerzo o intento pasar un buen rato? (aprender no
parece que se les pase mucho por la cabeza)
Hay quienes dicen lo que se espera que digan. Obedientes
repiten y dicen lo que piensan que los docentes quieren escuchar. Tienen la
respuesta correcta, verdadera.
Hay quienes dicen lo inesperado, el chiste, lo prohibido, lo
absurdo, sin saber que en su respuesta hay tanta verdad o más que en la
“verdadera”.
En cuanto la sirena anuncia el final de la clase la
actividad termina y aquí no ha pasado nada.
ESCRITO EL DÍA SIGUIENTE
A LA ACTIVIDAD
¿Cómo separar mi
visión actual de mis recuerdos de aquellas clases de tutoría hace ya algunos
años? ¿Cómo observar sin recordar sentimientos olvidados? Tan sólo con entrar
en el aula de un instituto la nostalgia te invade: el pasado, el presente y
miles de detalles que te informan de la distancia que los separa. Parece que
fue ayer.
Suspiras, te sitúas como docente, dispuesto a observar
aquello que va a suceder, pero sin deshacerte del todo de la nostalgia que se
deja ver en esas medio sonrisa que no puedes quitar de tu cara.
Llevan ya un par de horas sentados, en un espacio bastante
reducido, el mismo aula y los mismos compañeros de cada día, en horario
lectivo, pero en esa hora semanal que es la tutoría, donde los tutores permiten
ciertas cosas y los alumnos se permiten otras.
El ambiente es distendido, con cierto tono de rutina.
Pero aparecen nuevos actores, algunos son reconocidos por
los alumnos, ya no son extraños, y todo parece más familiar. La autoridad del
tutor se desvanece, queda al margen, parece que no existiera, aunque se
encuentra físicamente en el aula, él nada tiene que ver con esta actividad,
pero está ahí. Caras de de absoluta normalidad (“otros que vienen a contarnos
algo”) y relajadas sonrisas (“mejor esto qué clase de mates”).
Se les propone el tema a tratar y rápidamente entran en el
juego. Quieren participar, y quieren ganar. En las partes más activas se
ofrecen voluntarios para salir a hacer diferentes pruebas, sin demasiada
vergüenza y con ganas de pasarlo bien. Los compañeros prestan atención mientras
participan desde los asientos. En las partes más tranquilas se concentran en
las actividades propuestas, trabajando en grupo con entusiasmo, respeto y de forma organizada.
Ni hacen demasiados chistes ni buscan la respuesta correcta.
No les preocupa demasiado, pero tampoco les produce indiferencia.
Los de ciencias parecen algo preocupados por hacerlo bien.
Dudan antes de hablar y se ruborizan cuando se equivocan. Les da la risa al
hablar de sexo.
Los de diversificación dicen las cosas sin pensárselo dos
veces. Hablan de sexo como si fueran expertos, si alguien puede hablar de ello
en el instituto son ellos, los repetidores, los malos estudiantes, los que
faltan a clase…se atreven a ir un poco
más allá.
Parecen saberlo todo y sin hacer ruido apuntan las cosas que
les interesan.
De pronto se escucha flamenco, “Entre dos Aguas” de Paco de
Lucía. ¿Será un homenaje por su reciente muerte? Los alumnos se empiezan a
mover, cambia la expresión de sus caras, de pronto dejamos de existir, aunque
alguno se despide… es la hora del cambio de clase, anunciada por esa
inolvidable guitarra que a nadie sorprende. Ya no hay sirenas en el instituto,
ahora suena flamenco.
Jara Cubillo
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