viernes, 11 de abril de 2014

REFLEXIONES EN VOZ ALTA



UNA ACTIVIDAD CON ADOLESCENTES: COMO PIENSO QUE SERÁ Y COMO SIENTO QUE FUE

ESCRITO EL DÍA PREVIO A LA ACTIVIDAD
¿Cómo separar  mi visión actual de mis recuerdos de aquellas clases de tutoría hace ya algunos años? ¿Cómo observar sin recordar sentimientos olvidados? Tan sólo con entrar en el aula de un instituto la nostalgia te invade: el pasado, el presente y miles de detalles que te informan de la distancia que los separa.
Suspiras, te sitúas como docente, dispuesto a observar aquello que va a suceder, pero sin deshacerte del todo de la nostalgia.
Llevan ya un par de horas sentados, en un espacio bastante reducido, el mismo aula y los mismos compañeros de cada día, en horario lectivo, pero en esa hora especial que es la tutoría, donde los tutores permiten ciertas cosas y los alumnos se permiten otras.  El ambiente es distendido.
Pero aparecen nuevos actores. A la autoridad del tutor se suman estos otros. Caras de hastío, intriga (“¿a qué vendrán estos?”) y sonrisas nerviosas (“mejor esto qué clase de mates”). El ambiente se tensa.
Se les propone el tema a tratar. Algunos ponen cara de sorpresa, otros de interés, pero la mayoría muestra una absoluta indiferencia. ¡Tienen tantas cosas interesantes en que pensar! ¡Y esto no cuenta para la nota! ¿Hago el mínimo esfuerzo o intento pasar un buen rato? (aprender no parece que se les pase mucho por la cabeza)
Hay quienes dicen lo que se espera que digan. Obedientes repiten y dicen lo que piensan que los docentes quieren escuchar. Tienen la respuesta correcta, verdadera.
Hay quienes dicen lo inesperado, el chiste, lo prohibido, lo absurdo, sin saber que en su respuesta hay tanta verdad o más que en la “verdadera”.
En cuanto la sirena anuncia el final de la clase la actividad termina y aquí no ha pasado nada.

ESCRITO EL DÍA SIGUIENTE A LA ACTIVIDAD
¿Cómo separar  mi visión actual de mis recuerdos de aquellas clases de tutoría hace ya algunos años? ¿Cómo observar sin recordar sentimientos olvidados? Tan sólo con entrar en el aula de un instituto la nostalgia te invade: el pasado, el presente y miles de detalles que te informan de la distancia que los separa. Parece que fue ayer.
Suspiras, te sitúas como docente, dispuesto a observar aquello que va a suceder, pero sin deshacerte del todo de la nostalgia que se deja ver en esas medio sonrisa que no puedes quitar de tu cara.
Llevan ya un par de horas sentados, en un espacio bastante reducido, el mismo aula y los mismos compañeros de cada día, en horario lectivo, pero en esa hora semanal que es la tutoría, donde los tutores permiten ciertas cosas y los alumnos se permiten otras.  El ambiente es distendido, con cierto tono de rutina.
Pero aparecen nuevos actores, algunos son reconocidos por los alumnos, ya no son extraños, y todo parece más familiar. La autoridad del tutor se desvanece, queda al margen, parece que no existiera, aunque se encuentra físicamente en el aula, él nada tiene que ver con esta actividad, pero está ahí. Caras de de absoluta normalidad (“otros que vienen a contarnos algo”) y relajadas sonrisas (“mejor esto qué clase de mates”).
Se les propone el tema a tratar y rápidamente entran en el juego. Quieren participar, y quieren ganar. En las partes más activas se ofrecen voluntarios para salir a hacer diferentes pruebas, sin demasiada vergüenza y con ganas de pasarlo bien. Los compañeros prestan atención mientras participan desde los asientos. En las partes más tranquilas se concentran en las actividades propuestas, trabajando en grupo con entusiasmo, respeto y  de forma organizada.
Ni hacen demasiados chistes ni buscan la respuesta correcta. No les preocupa demasiado, pero tampoco les produce indiferencia.
Los de ciencias parecen algo preocupados por hacerlo bien. Dudan antes de hablar y se ruborizan cuando se equivocan. Les da la risa al hablar de sexo.
Los de diversificación dicen las cosas sin pensárselo dos veces. Hablan de sexo como si fueran expertos, si alguien puede hablar de ello en el instituto son ellos, los repetidores, los malos estudiantes, los que faltan a clase…se atreven  a ir un poco más allá.
Parecen saberlo todo y sin hacer ruido apuntan las cosas que les interesan.
De pronto se escucha flamenco, “Entre dos Aguas” de Paco de Lucía. ¿Será un homenaje por su reciente muerte? Los alumnos se empiezan a mover, cambia la expresión de sus caras, de pronto dejamos de existir, aunque alguno se despide… es la hora del cambio de clase, anunciada por esa inolvidable guitarra que a nadie sorprende. Ya no hay sirenas en el instituto, ahora suena flamenco.
Jara Cubillo

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